miércoles, 29 de septiembre de 2010

Empiezo a pensar que no es normal tanto silencio, almenos debías gritar otra media
hora más, dejé las cuerdas un tanto flojas para que vivieras tu agonía lenta,
hermosa, como me obligaste a vivir la mía. Sofocar tu voz en gritos desesperados
meramente infames, enfermos, de tanto dolor que apenas puedes abrir los ojos & mejor
sería mantenerlos cerrados. Dos horas después & al entrar de nuevo a la habitación
adoré el cuadro estampado ahí: Un gato. Un gato te lamía los pies, o lo que
quedaba de ellos, lamía tu cara deformada como en un beso un beso enfermizo que
nunca nadie logrará entender.

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